miércoles, 19 de agosto de 2015

Todos somos adictos.

Vicios, los hay de todos los tipos, solo depende de la intensidad de los mismos y de la cantidad que cada uno tenga.
Cualquier placer en la vida es capaz de crear adicción.
Hay personas adictas a tumbarse en el sofá y ver la televisión, otros adictos a una serie, a internet o a los videojuegos y luego están los adictos al tabaco, al alcohol o a las drogas.También podemos encontrar vicios irracionales que no aportan nada, como comerse  los mocos o morderse las uñas.
Los placeres capaces de despertar nuestra personalidad adictiva se han convertido en tentaciones a las que nos tratamos de resistir, pero muchos somos los que tropezamos y caemos una y otra vez en las mismas piedras.
Resistir la tentación es un discurso muy viejo.
Privarse de ciertos comportamientos simplemente porque no están "bien vistos", solo da lugar a la opresión. 
Cuántas personas habrá en el mundo que en este momento estén sintiendo mono, de lo que sea.
Tendríamos que poder disfrutar de todo, perdonar si me pongo aristotélica al resastar la importancia del término medio.
Vivamos, comiéndonos las uñas porque el octavo capítulo que hemos visto ese día está despertando en nosotros una gran intriga, mientras estamos tirados en el sofá con una cerveza en la mano y un cigarro en la otra.
Vivamos teniendo sexo colocados.
Vivamos sin miradas por encima del hombro por no ser capaces de resistir a la tentación, buscando lo que para cada uno es la felicidad, ese concepto tan subjetivo.