martes, 22 de abril de 2014

¿Y si volvemos?


Venga Devesa, déjate de bromas y ven a por mi. 
Llévame a cantar a pleno pulmón "oh yial tu eres como el fuego". Llévame a ese lugar donde los gatos nunca dejaban de aparecer, incluso convertidos en tortugas que estornudan. Llévame a aquella tarde en la que tachamos el propósito del cigarro mirando al mar sentados en ese muro. Ven a hacerme reír solo te pido eso. Llévame a la década de 1950, o cuando jugábamos a tirarnos agua en clase. Litros y litros de agua. Y llévame también a la discoteca que nos montábamos los jueves a primera hora. O al bolso de Montse que acabó llevo de escupitajos y algún que otro chicle. Tráeme de vuelta a este verano y tráeme un chupito de vodka rojo. Llévame a aquella tarde en casa de X donde tus intentos de ser cantante se vieron frustrados porque hicimos de las nuestras. ¿A qué esperas? ¿Quedamos en el Plaza?



Cigarro infinito #3

Empiezan a llenarse las notas de este nuevo móvil, como empiezan las sonrisas a reinar en mi cara, como entra el humo pudriendo mis pulmones, como comienza el tiempo a consumirse. Comienzo a rellenar un papel en blanco con aquellas cosas que aún no me atrevo a gritar. A gritarte. Aún pienso demasiado cuando me preguntan sin atreverme a contestar.
Me fumo mi tercer cigarro infinito y comienzo a pensar en esa lista de propósitos del 2014 abandonada. Sí, perderé un par de kilos, haré deporte y dejaré todas esas sustancias extrañas. Acaba abril, lo sé. Pero necesitaba un tiempo para mentalizarme o tal vez necesitaba volver a verme en un final. Bien dentro de la boca del lobo, (las orejas ya estaban muy vistas),  donde está todo muy oscuro. Y es que desde pequeños nos ha dado miedo la oscuridad. Pero mírame estoy de pie, me ofrecen manos para aferrarme y aunque la tuya no esté, esta vez lo hago por mi. Por demostrarme de una vez por todas que puedo empezar algo y acabarlo.


"Mírame estoy de pie, no te acostumbres a verme por los suelos."



Por mí y luego, ya si eso, por todos mis compañeros.


domingo, 20 de abril de 2014

Depresión pos-vacacional.

¿Es posible tener depresión pos-vacacional cuando aún seguimos de vacaciones?
La vuelta a Madrid siempre se me hace dura. Pisar asfalto cuando llevas una semana pisando arena es un sentimiento que sólo los más fuertes pueden superar. O el día que te das cuenta de que has pasado más horas en el metro a lo largo de tu vida que con tu familia. Madrid es una sucesión de traumas insuperables. Como volver reclamando una Mahou y recordar que ha sido sustituida por pis de gato, también llamada Cruzcampo. Me voy resignada, pensaba que mi amor con el 100 montaditos sería para siempre.
Y es que, ¿qué se puede esperar de un sitio donde la primavera se manifiesta mediante el kit calcetínblanco+chancla de los guiris? 
Sigo sin entender que tiene Madrid, pero engancha. Mi parte favorita es lo de poder salir con unas pintas acojonantes y aún así descubrir que hay gente que esconde ropa mucho más fea en su armario. Vivir en Madrid es un arte. 
Ningún sitio te dejará con más cara de idiota que cuando corres a por el autobús creyéndote Usain Bolt y se te cierran las puertas en la cara. Madrid no es un buen sitio para soñar y todo madrileño lo sabe. 
Superaré esta depresión y la superaré serena. Lo de la cruzcampo ha sido un duro golpe.


lunes, 7 de abril de 2014

Nada.

Si Carmen Laforet pudo hacer de ese título una obra maestra de la literatura, ¿por qué yo no puedo sacar algo de dónde no hay nada?
Sí, segundo de bachillerato. Vale, teníais razón cuando decíais que sería el peor curso de nuestra vida o cuando nos recomendabais a punta de pistola que estudiásemos desde el primer día. Me lo pasé por el forro. Pero aún me levanto cada lunes con la intención de ponerme al día y como soy una fiel seguidora de Kant tengo claro que esta intención es más importante que los resultados que al fin y al cabo son nada.

                                    .


¿No echáis de menos eso de tumbaros en el sofá sin remordimientos de conciencia? Pasa apuntes, haz los comentarios, estudia literatura,haz la redacción de inglés. 
O, ¿qué me decís de lo de dormir 8 horas? No estaba sobrevalorado. En serio, ¿qué habéis hecho con mi tiempo? Seguro que también tenéis el mes de Abril de Joaquín Sabina, cabrones.

Ya no pienso, solo subrayo y me limito a repetir. Una y otra vez hasta que de repente es de noche y con ello: La hora de la cena. Momento sagrado de todo estudiante. Podéis quitarnos las horas de sueño, los fines de semana pero lo siento, con esto no vais a poder.

                   It freaking happens!!

Y es que cuando estas estudiando, tener ganas de hacer pis es sinónimo de darte un maravilloso paseo por el pasillo de tu casa al que miras como si acabase de volver vivo de la guerra, incluso besas sus paredes. 
Ya no me queda nada. A excepción de apetito, mono y exámenes que hacer. Juro por Dios o por Snoopy que yo antes era una persona sin ojeras que iba peinada a clase.

Quiero que me veáis dentro de unos meses y cuchicheéis a mi paso "Mira a esa, sobrevivió a segundo de bachillerato."

                          
                      Dejadme en paz, yo quiero ser artista. 

domingo, 6 de abril de 2014

Para Blanca Ugarte.

La conocí en Malasaña mientras se convertía en la musa de todos los poetas que bebían frustrados en la esquina de aquel bar. Iba borracha y tarareaba una canción a pleno pulmón. Me pareció reconocer a Calamaro de entre las notas que salían de su boca. Era de esas chicas a las que Joaquín Sabina dedicaría una canción.
Su culo era venerado por toda la población masculina de aquel bar, me volvía loco.
Despertaba algo raro en mi, tal vez nunca llegué a conocerla. Aún me pregunto el porqué de su sonrisa, si sus ojos no tardaban en desmentirla.
La chica de la biblioteca con un trastorno bipolar, la chica que bebía vino tinto aquel noviembre en el que no se cansó de soñar. La chica que se mordía las uñas, que no dudaba en cagarse en todo si era necesario. La chica de los rizos que simbolizaban el caos en el que se había convertido mi vida.
Ella. Ella era auténtica y yo un auténtico imbécil a su lado.


Alzmr

Tengo miedo.
Me susurró la niña de los enormes ojos azules, mientras se aferraba a mi brazo y hundía su cara en mi pecho. Se negaba a mirar como aquello que tanto quería se desvanecía con el tiempo.
Tengo miedo.
Volvía a repetirme. Puedo jurar que nunca he visto tanta angustia en el fondo de unas pupilas como en las suyas. 
La abracé intentando demostrarle que todo saldría bien. Pero mi voz no sonaba convincente. Y ella lo sabía.
Quería protegerla así que seguí escondiéndola hasta que todo terminase y ya no hubiese vuelta atrás. 
Sus ojos nunca dejaron de mostrarse aterrados y mi pecho nunca dejó de estar disponible para ella.

Lástima que a día de hoy esta historia aún no haya acabado.