Nuestras despedidas,

Te agarre de la mano evitando que te fueras, con mirada de odio, con cara de 'dímelo sé que puedes hacerlo.'
-¿Qué quieres?- Me preguntaste extrañado...
-¿Qué quieres tú?
- A ti.
Y tiraste de mi mano, de aquella que te agarraba y me atraiste hacia ti. Vi como tus ojos y ese lunar se acercaban, segundos después me besaste.
-Respuesta correcta.
Y me fui, sonriendo, sabiendo que mañana te volvería a ver.

Ganas...

Ganas de explotar, de cogerte la cabeza y estrujartela y repetirte hasta que esas palabras salgan junto a tu sangre: No me trates de inferior.

Momentos de echar de menos tus brazos para apretarlos fuerte hasta oír un ''Ay!'' ''Lo siento estoy de mal humor.'' Y me lo perdonabas todo. Ahora tan cerca pero tan lejos.

Ganas de salir a fumar, de escaparme a Madrid contigo. De empezar a dejarnos llevar y a buscar esa condura innecesaria.

Ganas de mirarme al espejo y que me guste lo que veo, sonreir con un toque pícaro y salir de casa para no volver.

Momentos de echar de menos esa voz que calmaba hasta a las fieras. Noches de evasión entre mis sábanas. Noches en las que salía a mi balcón en busca de aquella luna que nos unía, sobre tu cabeza también estaba. Esa pequeña luna ahumada.

Ganas de llegar borracha a casa, entrar, saludar y correr a la habitación. Sentarme en la cama mientras rio pensando que estoy engañando a todo el mundo. Que solo yo sé la vida que llevo. Y es que he vuelto a las andadas, he vuelto a enloquecer.

Ganas locas de esos amaneceres junto a tu cuerpo. Siempre te levantabas primero, abrías la ventana y me despertaba aquella brisa fresca junto a tus besos. Esos besos por la sien que significaban protección. Siempre evitando que nada malo puediera pasarme y yo esforzándome en decirte mientras te besaba: No me trates de inferior.

Mi lugar en el mundo.

Siempre me gustaron los sitios solitarios, paisajes inabarcables, rincones ocultos donde perderme. Lugares donde me sentía fuerte, segura. Lugares a los que acostumbraba ir a pensar, a escribir.

Tengo uno en cada ciudad que he visitado. El de Madrid es mi favorito, con los pies colgando y debajo el río. El sol de frente, el humo y la tinta del boli bic escribiendo textos malos, como este. Eran como un pequeño refugio donde guardo mis sueños.

Y luego están las carreteras, las vías de tren, las nubes.. Viajando es la única forma que me siento como en casa, en territorio de nadie. Libre.

El valor para marcharse, el miedo a llegar. Por eso me gustan los trayectos, parece que el tiempo pasa lento, retrasas la temida llegada. Tu asiento se convierte en aquel refugio de cuando eras pequeña. Y miras por la ventana y ves que todo se mueve rápido, sin frenos. Ves el mundo como un espectador, ajeno a todo lo de tu alrededor. Simplemente porque el tiempo en tu asiento pasa lento o no pasa. No retomes las riendas de tu vida. Aquí no, estas en tu refugio y podemos permitirnos el lujo de perder la noción del tiempo.