jueves, 30 de enero de 2014

Mi Dalí.

Él.
Una barba pelirroja recorre los ángulos que limitan la perfección de su cara.
Unas uñas comidas coronan sus manos varoniles, surcadas por ríos de vida que desembocan en el claro de sus ojos.
Unos ojos color miel contrastando con el gris que le envuelve.
Un cuidadoso aspecto desaliñado consecuencia de esas manos de artista surrealista. Ya nadie cree en esta realidad.
Nariz aguileña dispuesta a embestir, pelo rizado, mandíbula prominente,  bigote retorcido que sonríe en su cara. 

Y yo me enamoro en el metro; 
como cada mañana.





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