Conozco su voz, sus palabras, sus gemidos. Lo conozco todo de él, más allá de lo que se refleja en ese cristal sucio. Sé muy bien por qué me odiaba y cómo lo hacía. Pero todo en él era arte.
Arte eran sus manos agarrando mi culo, su sonrisa en invierno y las caricias de su barba.
Arte era su espalda por el pasillo, sus lunares y las noches en su cama.
Arte eran sus gritos, sus miradas vacías y sus 'ya no te quiero'.
Todo en él era arte y yo un simple lienzo.
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