Los truenos golpean mi cabeza haciéndome daño, me llenan de sombras, de vacío. Sólo puedo agarrarme a los pies de mi camastro y rezar para que el temporal amaine. Los golpes son cada vez más fuertes, mis ganas de gritar y salir corriendo son infinitas. No nos quedan botes salvavidas, ya ni si quiera llevamos chalecos. La tormenta no siente ninguna compasión, no nos respeta.
Hace días que no vemos el sol en este pequeño barco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario