lunes, 3 de marzo de 2014

Sobre la vida y sus lecciones.

Este fin de semana me ha dado unas cuantas lecciones. La primera y más importante que debería dejar de ver las películas de Jennifer Aniston si no quiero acabar llorando. También aprendí que a los cachorros de labrador les gusta morderme la barbilla. Y que las patatas deluxe del Mcdonals son el amor de mi vida. Otra lección importante: Demasiada cerveza y dormir 5 horas en un sofá sin cojines y sin manta, son los ingredientes perfectos para un domingo de resaca.
Pero no planteo problemas sin ofrecer soluciones, así que he encontrado el remedio para esta. Y no es otro que la marihuana. A caso, ¿hay algo en este mundo que no sea curado por la marihuana?



Ayer aprendí una bonita lección. Aprendí la importancia del perdón. Ese lo siento que pensabas que jamás llegaría y que por tanto no imaginabas. Dicho por la persona que menos esperabas y la que mas daño te ha hecho. 
Ese lo siento te descoloca por completo llegando a comprender hasta que punto lo necesitabas. Y te pones a pensar en la cantidad de veces que habrás pedido perdón a lo largo de tu corta vida. Son más de las que deberías, tú lo sabes, yo lo sé.
Cuando somos pequeños nos obligan a pedir perdón casi a punta de pistola "Pídele perdón a ese niño o esta noche no cenas" "¡Pero mamáááá!" Y lo hacías, sin sentirlo, porque tu madre daba más miedo que el hombre del saco. 
A medida que creces comprendes que un lo siento acompañado de lágrimas de cocodrilo es suficiente para manipular a tus padres. "Lo sé papá, no debería haberlo hecho... es que no controlo..." Te conviertes en un ser irresistible. Has podido quemar la cocina que te secará las lágrimas e incluso te dará 10 euros para salir.
Después de todo esto, están los lo siento de verdad, aquellos que se te atragantan. Te repites a ti misma cómo pudiste ser tan imbécil a la vez que preparas un discurso precioso y conmovedor que de cierta forma te exculpe.

                         Tattoo


Somos simples. Todos necesitamos escuchar un lo siento. Un lo siento del niño que te ha quitado el bocadillo, un lo siento de tu mejor amiga cuando invitaba a otra a dormir a su casa. Eso sí que eran cuernos. Un lo siento de la chica que te ha clavado sus tacones en el metro.
O un lo siento como el que recibí ayer. Capaz de partirte por la mitad, romper todos tus esquemas y girar bruscamente tu cabeza hacia el pasado. Qué oscuro, me cago en la puta. Y entonces piensas: "¿Te crees que con esas dos palabras vas a borrar todo lo anterior?" "Para ti es tan fácil..." 
No sabes si reírte en su cara, si pegarle una patada en los huevos o soltar un "¡Ya era hora!" Pero te controlas porque desgraciadamente ya eres una mujer racional y comprendes que es necesario perdonar para poder avanzar. 
Y de repente eres jodidamente feliz e incluso tienes ganas de secarle las lágrimas y darle 10 euros a ese hijo de puta. 
Espera. Esto te recuerda peligrosamente a tu padre. ¿En qué momento hemos cambiado los papeles? ¿En qué momento he empezado a ser yo la manipulada?

Ayer aprendí una bonita lección: el karma existe y puede ser muy hijo de puta.
   
                Karma.

Vivimos a la espera de un lo siento y el tuyo llegó en el mejor momento. 

"La vida es demasiado corta para estar siempre cabreado."


2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Se cobrará una pequeña cuota por esto (esta cuota es actualmente de £2) pero es una pequeña cantidad a pagar por la tranquilidad. Vale la pena revisar su informe de crédito aproximadamente una vez al año.

    https://faithpublications.net/

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