sábado, 18 de octubre de 2014

"El francotirador paciente." Pérez-Reverte.

-Voy a contarte una historia- me decidí-. La que me ha traído hasta aquí.
-¿Una historia?-parecía sorprendido-. ¿Tuya?
-No. De una muchacha que poseía esa inocencia en la que tú no crees. Y que me dejó impresos sentimientos en los que tampoco crees...¿Quieres escucharla, Sniper?
-Claro. Cuéntamela.
-Se llamaba Lita y tenía los ojos dulces. Creía en todo lo que puede creerse a los dieciocho años: en el ser humano, en la sonrisa de los niños y de los delfines, en la luz que dora los cabellos de alguien a quien amas, en los ladridos de un cachorrillo que cuando crezca será un perro leal hasta la muerte...¿Te gusta el retrato de Lita, Sniper? 
Ella era inteligente y sensible. Gemía de noche, dormida, como los niños cuando sueñan. [...]
-Yo amaba a Lita-susurré-. Me esforzaba cada día en orientarla hacia mí. En sustituir poco a poco, con lo que yo podía darle, aquella melancolía suya... Esa singular desesperación que la acometía a veces, toda su conmovedora inocencia traicionada por la imprecisa injusticia de la vida real. Lo que la hacía echarse a la calle con una mochila a la espalda y regresar de madrugada, fatigada, a veces feliz, oliendo a sudor y a pintura fresca. A la cama donde yo la aguardaba despierta para intentar hacer mía la parte de ella a la que nunca logré acceder... A la que no tuve tiempo de acceder. 

Me detuve a escuchar, inclinando el rostro. El quejido se había hecho más ronco. Más húmedo. 

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