lunes, 1 de septiembre de 2014

Marionetas.

Echar el freno en un mundo que te obliga a acelerar. Parar de saltar en una habitación forrada de colchones. Vivir en un lugar en el que a algunos, hasta el cielo se les queda pequeño y en cambio, para otros, cualquier rincón se convierte en la última gota de agua del desierto.
Marionetas vestidas con retales de recuerdos, que calzan zapatos hechos con sonrisas y saludan sacudiendo su sombrero, dejando escapar cualquier pensamiento propio. Marionetas que no conocen a su dueño, pero se mueven sin preguntar, sin levantar la cabeza. Y hombres capaces de cortar esos hilos y comenzar a dejar su propia estela. Hombres libres que se negaron a agachar la cabeza.
La vida otra vez, al fin y al cabo.





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