Marionetas vestidas con retales de recuerdos, que calzan zapatos hechos con sonrisas y saludan sacudiendo su sombrero, dejando escapar cualquier pensamiento propio. Marionetas que no conocen a su dueño, pero se mueven sin preguntar, sin levantar la cabeza. Y hombres capaces de cortar esos hilos y comenzar a dejar su propia estela. Hombres libres que se negaron a agachar la cabeza.
La vida otra vez, al fin y al cabo.
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