miércoles, 9 de mayo de 2012

160312

Hoy era el día. El día en el que la luna brillaba, estaba entera. Una perfecta luna llena. Su luna, aquella que cada vez que salía le susurraba, vamos bésala.
Y lo hacía como si fuera una especie de mandamiento, nunca le fallaban.
Hoy era el día en el que abrieron los ojos, hoy se dieron cuenta del poco tiempo que les quedaba . Ese tiempo invertido aquella noche en una pelea tonta.
¿Y cómo no iba a ser tonta? Si se trataba de las dos personas más tontas de la ciudad. O como a ella le gustaba llamarlo, eran dos completos imbéciles.
Esos ojos que fueron abiertos, pronto se llenaron de lágrimas. Esas lágrimas que ella dejó en su jersey. Esas lágrimas que hacian que él, le apretase fuerte la cabeza contra su pecho ''vamos, no puedes irte.''
La tristeza de ella tenía un motivo, era una mezcla de sentimientos. El principal; le amaba y sabía que lo iba a perder. La tristeza de él, nunca sabremos el porqué. Siempre le faltaron las palabras.
Pero hoy, ella sonríe. Ríe porque él ha hecho el esfuerzo sobrehumano que le supone decirle: Eres la persona más importante de mi vida, a la que más quiero.
Y volvieron a pelear, pero esta vez, por saber quien amaba más a quien. Seguramente estuvieran empatados.
Y fue entonces cuando ella se puso de pie en el banco y saltó a los brazos de él, al grito de: Al infinito. Y comenzaron a correr, dejando atrás ese (precioso) pero horrible momento y pensando: Mañana será otro día.



No hay comentarios:

Publicar un comentario